Título: Un amor de nuestro tiempo
Autor: Tommaso Landolfi
Editorial: Tusquets
Año: 1988
Tapa: Blanda
Por qué leer este libro: Sigismondo y Anna, hermano y hermana, son muy jóvenes y se reencuentran tras la muerte de su padre en la mansión familiar. Se miran fijamente, sintiendo resurgir el vínculo de su infancia. Pero durante mucho tiempo no se atreven a admitir que están locamente enamorados. Esta situación refleja a la perfección (y la referencia es un desafío) la segunda parte de El hombre sin atributos de Musil, cuando Ulrich y Agathe se reencuentran. Pero el paralelismo va mucho más allá: así como Ulrich y Agathe, una vez entregados a su amor, buscarán las "islas felices" de Polinesia, también lo harán Sigismondo y Anna. Con un giro crucial: todo les va bien. Sin embargo, la felicidad siempre va acompañada de una angustia sutil e invencible, una sensación de "suspense abismal". Esta novela extrema y provocadora fue publicada por Landolfi en 1965 y pasó desapercibida, como una auténtica historia de fantasmas. Los escasos críticos parecían deplorarlo, incluso llamándolo "d'annunziano", en deferencia a la perenne inclinación italiana por la "corrección política", que, durante al menos treinta años después de la guerra, obligó a etiquetar como d'annunziano todo lo que oliera a decadencia, y por ende, a literatura. El malentendido era total. El lenguaje altivo y perpetuamente exagerado de Sigismondo no es ciertamente el de Andrea Sperelli, sino el de otro Sigismondo, el de Calderón en La vida es sueño, y alude a un estado de confinamiento metafísico, aprisionamiento en algo que, si bien no es la realidad, ni siquiera acepta ninguna realidad externa: esta es precisamente la condición original de Landolfi, esa herida atormentadora de la que rezuma toda su literatura, en última instancia una pasión culpable. En esta novela, pues, el juego de Landolfi es particularmente audaz, y se divide en dos partes: como vida y como literatura. En la historia de los dos hermanos parece haber encerrado su imagen secreta de una felicidad viva, «en la punta de nosotros» – y el reconocimiento amargo y vibrante de una imposibilidad que carcome desde dentro toda forma de felicidad.